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  1. Cuídate y júzgate a ti mismo, será mucho más útil en tu presente y tu futuro. Tienes cantidad de cosas que hacer, antes de que termines de corregir todas tus faltas. En cuanto a las faltas de los demás, lo que mejor puedes hacer, es dar buen ejemplo, ofrecer un pequeño consejo cuando te lo pidan y pide a Dios sinceramente, por las personas que lo necesitan, ya que El muchas veces excusa a los que nosotros juzgamos.
  2. Debes estar más dispuesto a pensar bien de los otros, que a juzgarles y a condenarles. Antes de juzgar piensa en la Misericordia y en la Caridad que alguien ha tenido contigo, en aquellas ocasiones muy dolorosas o difíciles para ti.
  3. El “minuto de gloria” que te suponga, por haber hecho ante otros, un juicio temario o una crítica malévola, puede haber producido un daño irreparable en el prójimo y un cargo de conciencia en ti.
  4. No exageres las faltas de los demás, y no te creas todo lo que te digan sobre otros. Nunca juzgues por lo que te hayan dicho o hayas oído. Es un deporte nacional, sentirse superiores juzgando a los demás. Juzgar a otros es el principio del odio, del racismo, de la intolerancia y de la xenofobia.
  5. No juzgues a nadie cuando esté ausente y no puede defenderse, máxime si tienes prejuicios con él o contra lo que ha hecho, o te estás dejando llevar por tu temperamento, criterios, sentimientos y amor propio. Tampoco permitas que otros juzguen a los ausentes, porque si muestras interés por oírlo, se animarán a continuar. Demuestra con tu silencio, que desapruebas esos juicios.
  6. No juzgues mal a nadie, ni más duramente a unos que a otros, porque no te caigan bien, a lo mejor es que no os sabéis comunicar o que tiene muchas razones buenas para hacerlo. Incluso no debes juzgarlo aunque consciente o inconscientemente, hayan ofendido tu orgullo o tu dignidad. Todos no ven las cosas con tu mismo criterio, conocimientos y experiencias.
  7. No seas tan escrupuloso, ni te sientas tan herido, por las faltas de los demás. Si profundizas bien, ese enfado puede provenir de un error tuyo, además de que tu orgullo puede hacer que “veas la paja en ojo ajeno y no la viga en el tuyo”.
  8. Preocúpate de tus propios asuntos y no te erijas en juez de quienes están a tu alrededor. Hay cantidad de cosas de tu prójimo, que las ignoras por completo. No es fácil juzgar a los demás con acierto. Se prudente y deja a Dios que sea el que les juzgue, así tendrás más paz de conciencia. Juzgar a los demás es una actitud que empieza en costumbre, después en hábito y termina en vicio. “Como juzgues, así serás juzgado”.
  9. Sólo se puede juzgar a otros, si es para proteger a un inocente, ayudar al bien público o para ayudar a alguien, que está necesitando un consejo. Previamente tienes que conocer perfectamente los hechos, las características y los motivos e intenciones del que vas a juzgar. Piensa profundamente cómo te gustaría que te juzguen a ti, por tus acciones u omisiones, cuando estés ausente.
  10. Ten paciencia y comprensión con las faltas de los demás, conociendo y ejercitando las virtudes y valores humanos. Preocúpate principalmente por tus propios asuntos, muchas veces se molestas a los demás, en lugar de ayudarles a resolver sus problemas. Haz tu trabajo y corrige tus faltas, así estarás demasiado ocupado, para preocuparte por las faltas de los demás.