15 Cualidades Que Deben Demostrar los Padres Para Los Padres

 

Los padres, al igual que la mujer del César, además de tener buenas cualidades, deben demostrarlas.

1.    Dar ejemplo de amor y respeto con el cónyuge: Los hijos son como los escáneres que se fijan y dejan grabados todos los detalles. La menor grieta en el amor de los padres, es inmediatamente observada y analizada por los hijos. Ellos desean vivamente que el amor de sus padres sea ejemplar, que perdure en el tiempo, que sean fieles mutuamente y que además lo demuestren.

2.    Demostrar la unión conyugal: Su comportamiento ante los hijos debe exteriorizarse, demostrando que tienen un compromiso ante ellos, ante Dios y ante la sociedad. Que se aman mutuamente, que se comportan con fidelidad exquisita, que desean seguir siempre juntos. Que su matrimonio es una institución, que va más allá de una moda pasajera. Que reconocen que implica, una serie de obligaciones, pero que estas brotan del mismo amor, de un amor tan decidido y generoso, que es capaz de arriesgar lo que haga falta, con el objetivo de compartir su felicidad. Que saben que tienen la obligación de construir su matrimonio, día a día, aunque sea artesanalmente, atestiguando amor, paciencia, servicio, sacrificio, conocimiento, caridad, conformidad, humildad, etc.

3.    Dominar la comunicación hablada y corporal: Una gran parte del trabajo de los padres para educar a sus hijos, es tener un buen sistema de comunicación y saber practicarlo, tratando de conseguir empatía con los hijos, cuando se les habla. Las técnicas de comunicación que se emplean en los negocios, en la política o en la sociedad, deben estudiarse detalladamente, para adaptarlas a la comunicación familiar. Una de las tareas principales de los padres es enseñar, de forma clara y concisa, los objetivos internos y externos de la familia, y la forma de alcanzarlos. En la comunicación está incluida la atención, a lo que los hijos dicen, sobre sus preocupaciones, anhelos y sugerencias de convivencia.

4.    Educar con firmeza y amor: Aunque tenga que hacerlo contra la corriente y sea políticamente incorrecto. Los padres no pueden consentir a los hijos, pensando en “el qué dirán”, que termina siempre, en “lo que no han dicho”. La buena educación de un hijo, vale más que todas las críticas y cuchicheos que digan los familiares o amigos. Es preferible educar con firmeza, que no tener que oír el día de mañana de los hijos, “me has hecho un desgraciado, porque no me educaste bien, me consentiste hacer, todo lo que yo quería”. El amor hacia los hijos, hace que nunca se rompa la fina cuerda que sostiene la firmeza. Que tú sí, sea sí y que tú no, sea no. No cambiar como hacen las veletas, para aprovechar el viento que más convenga. Cuando los hijos se dan cuenta de ello, empiezan a presionar para ver quién gana y quien pierde.

5.    Estar muy vigilantes: La obligación de los padres de proteger a los hijos, es mucho más amplia que el derecho a la intimidad que tienen los hijos, mientras estos sean menores de edad, o vivan en la casa de los padres. Algunas veces los hijos compiten con los padres, en tratar de esconder sus comportamientos, en contra de la vigilancia de los padres. Para ello, los padres no pueden ignoran, ni lo que dicen, ni lo que hacen sus hijos. Si es necesario deben informarse con expertos, sobre los amigos y comportamientos que tienen, cuando están fuera de la casa, y estudiar los métodos de detección de las cosas, que no deberían utilizar. Eso no es persecución, es protección. Es obligación revisar sus habitaciones en beneficio de los hijos.

6.    Motivar a la familia: Motivar está muy relacionado con el ejemplo, y es una de las principales responsabilidades de los padres. Hay muchas actividades religiosas, familiares y sociales, que necesitan una gran dosis de motivación, para hacerlas bien y a gusto. Las cosas hechas con motivación, entusiasmo e inspiración, son mucho más fáciles de conseguir y suelen tener mejores resultados. La motivación es contagiosa y se puede transmitir a toda la familia, para intentar llegar a los objetivos comunes, aunque no conlleve un premio material, pero siempre mejorará el ambiente familiar.

7.    Negociar objetivos y planes de vida: Los hijos no pueden educarse, sin tener muy claros los objetivos realistas, que tienen que cumplir. Además de que tiene que tener muy definidos los planes para alcanzarlos, los medios para conseguirlos, los controles para vigilarlos y los medios para evaluar los rendimientos. Esto se consigue estudiándolos bien y desarrollando las virtudes y valores humanos, que encajen con la educación prevista. La familia es un gran equipo, que tiene muy bien definidas las tareas, objetivos y responsabilidades de cada uno, tanto de los padres, como de los hijos. Sin que todos sepan lo que tiene que hacer cada uno, el equipo no funcionará.

8.    Evaluación familiar: Para poder negociar los objetivos con los hijos, los padres tienen que conocer en profundidad, las características internas y externas de cada uno de la familia. Así podrán adjudicarles, las tareas que se correspondan con sus capacidades y defectos, sus puntos fuertes y sus puntos débiles. Siempre en beneficio de la mayor compenetración del equipo familiar que se ha formado y de los objetivos a corto, medio y largo plazo. El amor paternal es una cosa, la realidad de la vida otra, y otra sobre todas ellas, está la mejora de las personas en el aspecto religioso, social, escolar y familiar.

9.    La legitimidad se obtiene con el ejemplo y el conocimiento: Los padres tienen que ser la brújula que guie a los hijos, hacia el norte que se ha marcado. Para ello la brújula tiene que estar bien construida y calibrada, a través de haberse preparado muy bien, para educar a los hijos. Hay muchos medios para aprender a educar a los hijos. Uno imprescindible es consultar las dudas con un sacerdote, pastor, rabino o imán, según la religión que practiquen. No pueden decir a los hijos que hagan algo, que los padres no hacen, o que no hagan lo que los padres hacen. La autoridad que emana del hecho de ser padres, no puede ser puesta en sospecha, porque los padres dicen una cosa y luego hacen otra. La confianza, respeto y admiración, se ganan día a día, pero se pueden perder en pocos segundos.

10.  Querer mucho a los hijos: Quererlos como son, y no como nos gustaría que fueran. Los hijos y los padres, no se eligen, a cada uno nos los dan hechos. Se aceptan ambos y se trata de cumplir cada uno con sus obligaciones y responsabilidades, pero las de los padres, no pueden ni renunciarse, ni delegarse. Eso sí, tratar de educarlos lo mejor posible, aunque cueste hacer un gran esfuerzo, incluso sacrificando, si es necesario, el tiempo que sea preciso y quitándose el dinero destinado a otras cosas, pero sabiendo, que el que siembra recoge. Nadie ha cosechado sin haber sembrado. Los hijos esperan de los padres, que les protegerán, que les educarán y que les ayudarán a ser personas de provecho en la sociedad. Quieren que “No tengan miedo al amor, al compromiso y a ser íntegros”. Quieren tener unos verdaderos padres, que les amen y que les exijan.

11.  Reconocer los méritos y aptitudes de cada uno: Los hijos a los que se les reconoce sus méritos y aptitudes, propios o adquiridos, tienden a tratar de mejorarlos continuamente. Es muy importante, darles oportunidades para que puedan demostrarlos, en beneficio propio y del conjunto familiar. Los padres también tienen que intentar descubrir e identificar las habilidades y potencialidades, que tengan sus hijos en campos específicos, para una vez identificados, tratar de desarrollar su talento, alentándoles y motivándoles para darles forma, de acuerdo a las capacidades, posibilidades y características de los hijos.

12. Congeniar con los hijos, que es muy distinto a ser su amigo: Los padres son los padres y los amigos son otra cosa. Es un grave error, hacer esta mezcla, la cual perjudicaría a las dos partes. Debe haber mucha confianza, pero no excesiva, entre padres e hijos, pero la autoridad de los padres, nunca puede ser cuestionada, ni quedar en entredicho. Debe mantenerse un equilibrio entre amor filial, autoridad, cercanía y comprensión. Los amigos se pueden cambiar, pero los padres no. Ahora bien, la obligación de los padres, es estar lo más cerca posible de los sentimientos, inquietudes y confidencias de los hijos.

13. Ser tolerante con los demás: Nadie es perfecto y mucho menos, ante los ojos de los que tienen la responsabilidad de enseñar, corregir y encauzar. Pero la tolerancia de los padres, no es equivalente al pasotismo, ni a la condescendencia ante las equivocaciones o desobediencias. La exigencia del cumplimiento de las obligaciones, no puede ser equivalente a la dejación de la propia autoridad, ni de la responsabilidad. Saber reaccionar a tiempo, con un buen criterio, mano derecha y clara seguridad, ayuda siempre, a que los hijos reciban una buena educación.

14.  Ser un buen modelo a seguir: Los hijos siempre están observando el comportamiento de los padres. La imagen de la conducta y la responsabilidad de los padres, valen mucho más que mil palabras. El lenguaje verbal y corporal, las conversaciones telefónicas, las amistades, los horarios de llegada al hogar, el trato con otras personas, de la misma familia o ajenas, son los indicios que harán, que los hijos copien para bien o aborrezcan a los padres, si encuentran divergencias, entre lo que dicen y lo que hacen, fuera y dentro de la casa.

15.  Asumir las responsabilidades y no delegarlas: Las responsabilidades familiares, se asumen, voluntaria o involuntariamente, pero no se pueden delegar. Se delegan las funciones y las tareas, pero no las responsabilidades. Es muy necesario preparar bien a los hijos, para que puedan ir asumiendo algunas funciones y tareas de los padres, relacionadas con la familia, de esta forma, irán aprendiendo para cuando necesariamente tengan que realizarlas. Los padres que van enseñando poco a poco a los hijos, a llevar los negocios familiares, les van creando una costumbre y una vocación hacia esas actividades.

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  ESCUELA PARA PADRES

15 Cualidades que deben demostrar los padres

Editado el 28 de Abril del 2016

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Los padres, al igual que la mujer del César, además de tener buenas cualidades, deben demostrarlas.

1.    Dar ejemplo de amor y respeto con el cónyuge: Los hijos son como los escáneres que se fijan y dejan grabados todos los detalles. La menor grieta en el amor de los padres, es inmediatamente observada y analizada por los hijos. Ellos desean vivamente que el amor de sus padres sea ejemplar, que perdure en el tiempo, que sean fieles mutuamente y que además lo demuestren.

2.    Demostrar la unión conyugal: Su comportamiento ante los hijos debe exteriorizarse, demostrando que tienen un compromiso ante ellos, ante Dios y ante la sociedad. Que se aman mutuamente, que se comportan con fidelidad exquisita, que desean seguir siempre juntos. Que su matrimonio es una institución, que va más allá de una moda pasajera. Que reconocen que implica, una serie de obligaciones, pero que estas brotan del mismo amor, de un amor tan decidido y generoso, que es capaz de arriesgar lo que haga falta, con el objetivo de compartir su felicidad. Que saben que tienen la obligación de construir su matrimonio, día a día, aunque sea artesanalmente, atestiguando amor, paciencia, servicio, sacrificio, conocimiento, caridad, conformidad, humildad, etc.

3.    Dominar la comunicación hablada y corporal: Una gran parte del trabajo de los padres para educar a sus hijos, es tener un buen sistema de comunicación y saber practicarlo, tratando de conseguir empatía con los hijos, cuando se les habla. Las técnicas de comunicación que se emplean en los negocios, en la política o en la sociedad, deben estudiarse detalladamente, para adaptarlas a la comunicación familiar. Una de las tareas principales de los padres es enseñar, de forma clara y concisa, los objetivos internos y externos de la familia, y la forma de alcanzarlos. En la comunicación está incluida la atención, a lo que los hijos dicen, sobre sus preocupaciones, anhelos y sugerencias de convivencia.

4.    Educar con firmeza y amor: Aunque tenga que hacerlo contra la corriente y sea políticamente incorrecto. Los padres no pueden consentir a los hijos, pensando en “el qué dirán”, que termina siempre, en “lo que no han dicho”. La buena educación de un hijo, vale más que todas las críticas y cuchicheos que digan los familiares o amigos. Es preferible educar con firmeza, que no tener que oír el día de mañana de los hijos, “me has hecho un desgraciado, porque no me educaste bien, me consentiste hacer, todo lo que yo quería”. El amor hacia los hijos, hace que nunca se rompa la fina cuerda que sostiene la firmeza. Que tú sí, sea sí y que tú no, sea no. No cambiar como hacen las veletas, para aprovechar el viento que más convenga. Cuando los hijos se dan cuenta de ello, empiezan a presionar para ver quién gana y quien pierde.

5.    Estar muy vigilantes: La obligación de los padres de proteger a los hijos, es mucho más amplia que el derecho a la intimidad que tienen los hijos, mientras estos sean menores de edad, o vivan en la casa de los padres. Algunas veces los hijos compiten con los padres, en tratar de esconder sus comportamientos, en contra de la vigilancia de los padres. Para ello, los padres no pueden ignoran, ni lo que dicen, ni lo que hacen sus hijos. Si es necesario deben informarse con expertos, sobre los amigos y comportamientos que tienen, cuando están fuera de la casa, y estudiar los métodos de detección de las cosas, que no deberían utilizar. Eso no es persecución, es protección. Es obligación revisar sus habitaciones en beneficio de los hijos.

6.    Motivar a la familia: Motivar está muy relacionado con el ejemplo, y es una de las principales responsabilidades de los padres. Hay muchas actividades religiosas, familiares y sociales, que necesitan una gran dosis de motivación, para hacerlas bien y a gusto. Las cosas hechas con motivación, entusiasmo e inspiración, son mucho más fáciles de conseguir y suelen tener mejores resultados. La motivación es contagiosa y se puede transmitir a toda la familia, para intentar llegar a los objetivos comunes, aunque no conlleve un premio material, pero siempre mejorará el ambiente familiar.

7.    Negociar objetivos y planes de vida: Los hijos no pueden educarse, sin tener muy claros los objetivos realistas, que tienen que cumplir. Además de que tiene que tener muy definidos los planes para alcanzarlos, los medios para conseguirlos, los controles para vigilarlos y los medios para evaluar los rendimientos. Esto se consigue estudiándolos bien y desarrollando las virtudes y valores humanos, que encajen con la educación prevista. La familia es un gran equipo, que tiene muy bien definidas las tareas, objetivos y responsabilidades de cada uno, tanto de los padres, como de los hijos. Sin que todos sepan lo que tiene que hacer cada uno, el equipo no funcionará.

8.    Evaluación familiar: Para poder negociar los objetivos con los hijos, los padres tienen que conocer en profundidad, las características internas y externas de cada uno de la familia. Así podrán adjudicarles, las tareas que se correspondan con sus capacidades y defectos, sus puntos fuertes y sus puntos débiles. Siempre en beneficio de la mayor compenetración del equipo familiar que se ha formado y de los objetivos a corto, medio y largo plazo. El amor paternal es una cosa, la realidad de la vida otra, y otra sobre todas ellas, está la mejora de las personas en el aspecto religioso, social, escolar y familiar.

9.    La legitimidad se obtiene con el ejemplo y el conocimiento: Los padres tienen que ser la brújula que guie a los hijos, hacia el norte que se ha marcado. Para ello la brújula tiene que estar bien construida y calibrada, a través de haberse preparado muy bien, para educar a los hijos. Hay muchos medios para aprender a educar a los hijos. Uno imprescindible es consultar las dudas con un sacerdote, pastor, rabino o imán, según la religión que practiquen. No pueden decir a los hijos que hagan algo, que los padres no hacen, o que no hagan lo que los padres hacen. La autoridad que emana del hecho de ser padres, no puede ser puesta en sospecha, porque los padres dicen una cosa y luego hacen otra. La confianza, respeto y admiración, se ganan día a día, pero se pueden perder en pocos segundos.

10.                    Querer mucho a los hijos: Quererlos como son, y no como nos gustaría que fueran. Los hijos y los padres, no se eligen, a cada uno nos los dan hechos. Se aceptan ambos y se trata de cumplir cada uno con sus obligaciones y responsabilidades, pero las de los padres, no pueden ni renunciarse, ni delegarse. Eso sí, tratar de educarlos lo mejor posible, aunque cueste hacer un gran esfuerzo, incluso sacrificando, si es necesario, el tiempo que sea preciso y quitándose el dinero destinado a otras cosas, pero sabiendo, que el que siembra recoge. Nadie ha cosechado sin haber sembrado. Los hijos esperan de los padres, que les protegerán, que les educarán y que les ayudarán a ser personas de provecho en la sociedad. Quieren que “No tengan miedo al amor, al compromiso y a ser íntegros”. Quieren tener unos verdaderos padres, que les amen y que les exijan.

11.                    Reconocer los méritos y aptitudes de cada uno: Los hijos a los que se les reconoce sus méritos y aptitudes, propios o adquiridos, tienden a tratar de mejorarlos continuamente. Es muy importante, darles oportunidades para que puedan demostrarlos, en beneficio propio y del conjunto familiar. Los padres también tienen que intentar descubrir e identificar las habilidades y potencialidades, que tengan sus hijos en campos específicos, para una vez identificados, tratar de desarrollar su talento, alentándoles y motivándoles para darles forma, de acuerdo a las capacidades, posibilidades y características de los hijos.

12.                    Congeniar con los hijos, que es muy distinto a ser su amigo: Los padres son los padres y los amigos son otra cosa. Es un grave error, hacer esta mezcla, la cual perjudicaría a las dos partes. Debe haber mucha confianza, pero no excesiva, entre padres e hijos, pero la autoridad de los padres, nunca puede ser cuestionada, ni quedar en entredicho. Debe mantenerse un equilibrio entre amor filial, autoridad, cercanía y comprensión. Los amigos se pueden cambiar, pero los padres no. Ahora bien, la obligación de los padres, es estar lo más cerca posible de los sentimientos, inquietudes y confidencias de los hijos.

13.                    Ser tolerante con los demás: Nadie es perfecto y mucho menos, ante los ojos de los que tienen la responsabilidad de enseñar, corregir y encauzar. Pero la tolerancia de los padres, no es equivalente al pasotismo, ni a la condescendencia ante las equivocaciones o desobediencias. La exigencia del cumplimiento de las obligaciones, no puede ser equivalente a la dejación de la propia autoridad, ni de la responsabilidad. Saber reaccionar a tiempo, con un buen criterio, mano derecha y clara seguridad, ayuda siempre, a que los hijos reciban una buena educación.

14.                    Ser un buen modelo a seguir: Los hijos siempre están observando el comportamiento de los padres. La imagen de la conducta y la responsabilidad de los padres, valen mucho más que mil palabras. El lenguaje verbal y corporal, las conversaciones telefónicas, las amistades, los horarios de llegada al hogar, el trato con otras personas, de la misma familia o ajenas, son los indicios que harán, que los hijos copien para bien o aborrezcan a los padres, si encuentran divergencias, entre lo que dicen y lo que hacen, fuera y dentro de la casa.

15.                    Asumir las responsabilidades y no delegarlas: Las responsabilidades familiares, se asumen, voluntaria o involuntariamente, pero no se pueden delegar. Se delegan las funciones y las tareas, pero no las responsabilidades. Es muy necesario preparar bien a los hijos, para que puedan ir asumiendo algunas funciones y tareas de los padres, relacionadas con la familia, de esta forma, irán aprendiendo para cuando necesariamente tengan que realizarlas. Los padres que van enseñando poco a poco a los hijos, a llevar los negocios familiares, les van creando una costumbre y una vocación hacia esas actividades.

francisco@micumbre.com